Category Archives: CINE

El Méliès español.

Hoy hablo de un hombre sin biografía.
De carácter apasionado, paciente, meticuloso y ordenado.
Lo cual me lleva a pensar que fue un perfeccionista.

segundo1

Su genialidad, aplicada al cine, no ofrece resquicios, pero todo lo demás se esfuma,
desaparece bajo la tormenta de hechizos y efectos de asombro que logró
en su medio millar de películas.

Segundo de Chomón nació en Teruel en 1871, era hijo de médico
y su familia residía en la casa cuartel de la Guardia Civil.
Aficionado a la fotografía, viaja a París, sacudido por el descubrimiento del cine
y por los lienzos luminosos de los impresionistas.

segundo2

Por aquel entonces, el nombre de Lumière recorría los boulevards y los cafés de la noche
como el último milagro de la ciencia, y una joven actriz, Julienne Matthieu,
intentaba hacer fortuna en la escena y en las sesiones de farándula del cabaret.
Se cruzaron una tarde y surgió el amor.
A Segundo la ciudad de la luz no le ofrecía facilidades. Intentó sobrevivir haciendo de todo: tomaba fotos, seguía con entusiasmo los avances del cinematógrafo o perseguía por los rincones y las galerías los magníficos retratos del venerable Nadar o los crepúsculos de Eugene Atget.
Las cosas no fueron demasiado bien y, aprovechando una gira por provincias de su amante, con la que ya había tenido un hijo, decidió ausentarse.
Creyó que si ingresaba en el ejército español podría retornar con dinero, y en mayo de 1897, se inscribió como soldado voluntario y embarcó para Cuba, adscrito al batallón de telégrafos.
Su retorno a París fue para reconciliarse con Julienne, que se dedicaba entonces al coloreado de películas para Georges Mélies.
Poco a poco se fue introduciendo en aquella actividad morosa y pulcra, y entabló conocimiento no sólo con Mélies sino con Charles Pathé, otro de los más importantes productores del cine europeo.

Chomón le propuso a Mélies un nuevo procedimiento de coloreado mediante tramas y anilinas, pero no lo convenció.
El genio francés no tuvo jamás un gran sentido de la realidad y de la economía: era como un brujo suspenso en el tiempo y en el azar, un ilusionista impredecible, preocupado por animar una montaña de terracota, un asno de oro o un vendaval turbulento en una ciudad imaginaria.
Sin embargo, el turolense sí tenía la certidumbre de que aquello iba a funcionar y le sugirió a su mujer que se trasladasen a Barcelona para desarrollar esa iniciativa y la iluminación de películas. Abrieron un taller modesto y pronto alcanzaron el reconocimiento de la empresa Pathé.

segundo3

Segundo de Chomón no se conformaba sólo con trabajar para los demás e inició la realización de sus propias cintas. Había aprendido mucho de Mélies y había seguido de cerca las producciones del pionero catalán Fructuós Gelabert.
En Choque de trenes demostró su ingenio: mediante una sutil combinación de imágenes reales con el uso de maquetas, logró hacer verosímil algo que jamás sucedió en la realidad: una espantosa colisión de dos ferrocarriles.
Posteriormente tomó documentales, rodó filmes históricos y creó trucos para recreaciones de Gulliver y Pulgarcito, basadas en los cuentos de Calleja, e inventó en Eclipse de sol algo que sería decisivo: el paso de manivela, que le permitía filmar fotograma a fotograma.
Sus logros le sirvieron para que fuese llamado por los hermanos Pathé, que intentaban contrarrestar el vigor imaginista y los trucos sensacionales de Georges Meliés.

Chomón realizó un conjunto de películas interpretadas por su mujer e intervino como fotógrafo y como truquista en proyectos ajenos.
Demostró que poseía una imaginación desbordada y que era capaz de crear todo tipo de ilusiones, aunque su facilidad se desvelaba con un espíritu apacible y aparentemente gris.
Ayudó a consolidar el cine como espectáculo popular y se especializó en fantasmagorías y en dibujos animados.

segundo5

En París, junto a obras tan exuberantes de prodigios oníricos como Satán s’amusse o Red spectre, alumbró dos películas excepcionales: La gallina de los huevos de oro y El hotel eléctrico, una obra magistral de 1908 donde, acaso por vez primera, todo funcionaba automáticamente y donde su experiencia con los trucajes estaba llevada al límite. Su mujer Julienne tenía un pequeño papel, aunque allí todo estaba sometido a un insuperable mecanismo de relojería que parecía desenterrar los ángulos oscuros de la mente y de la conciencia.
La gallina de los huevos de oro y El hotel eléctrico fueron una ruina económica, pero despertaron la admiración de personajes como Jean Cocteau e incluso hubo quien las vio como una anticipación del surrealismo.
De esa época es La excursión incoherente, vinculada a la estética del grupo Los incoherentes que acaudillaba el cineasta y caricaturista Emile Cohl, donde Chomón ilustró un soberbio mosaico de sombras chinescas y siluetas.

Sin embargo, el género fantástico sufrió un letargo. Los espectadores ya se habían habituado a toda suerte de maravillas y apariciones inconcebibles en la pantalla: habían visto a un marino encerrado en una botella, un ejército innumerable de criaturas monstruosas y divinidades perdidas en un bosque de cedros. Y ahora deseaban ver reflejadas las pasiones humanas. Así fue como a Chomón se le rescindió el contrato en París en 1909 y se despidió de Francia con un palmarés increíble: más de 150 películas en poco más de cuatro años, en las que había corroborado su vocación de prestidigitador capaz de convertir la pantalla en un manantial de fabulaciones y quimeras, en un puro sortilegio.
No se amilanó, cogió sus bártulos y regresó a Barcelona para seguir al frente de la sucursal de la casa Pathé.
Se asoció con el empresario de variedades Joan Fuster y entrevió la necesidad de cambiar el cine en España. Apostó por una filmografía nacional y durante dos años interminables de esfuerzos, estudio y concentración adaptó zarzuelas, comedias y dramas históricos, sin olvidar jamás el cine fantástico.
A modo de inventario personal, inició la escritura, en francés y en castellano, de un libro en el que anotaba la sinopsis argumental y los cuadros de sus películas.
Una de las más logradas, en la que ensayó una espléndida luz cenital, fue La hija del guardacostas, basada en una leyenda catalana del siglo XVIII.

segundo6

No tardó en ser reclamado de Italia. Participando en varias cintas de distinta calidad, pero sobre todo en un fresco admirable y épico de 1914, una superproducción situada en la atmósfera del imperio romano: Cabiria.
El filme sorprendió por su plasticidad, por su sentido de la epopeya y por la dimensión colosal de su propuesta.
Chomón compendió en la factura técnica de Cabiria todo un manual del truquista y del operador del Séptimo Arte: usó como ya estaban haciendo otros técnicos el movimiento de la cámara, lo que se llamó travelling, empleó la luz artificial a gran escala con unos efectos sobrecogedores, desplegó sobreimpresiones de gran audacia, desarrolló una poética global del uso de las maquetas y consolidó trucos que había experimentado en otras ocasiones.
Segundo alcanzó la madurez expresiva de su frenesí creador.

segundo7

En 1929 fue a Marruecos para investigar sobre su próximo documental, nadie sabe lo que ocurrió en medio del desierto, entre las dunas, las ruinas circulares y los camellos de los tuaregs.
Chomón contrajo una enfermedad desconocida, que se complicó con una pulmonía y tuvo que ser ingresado en el hospital.
Falleció el 2 de mayo de 1929, pero el sufrimiento, dicen, no le había arrebatado de su sereno rostro aquella arrogancia de hidalgo que siempre tuvo ni de los ojos una mansedumbre que recordaba la lentitud de los bueyes.

Tagged , , , , , , , , , ,